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La Antártida, ante un histórico retroceso de los hielos

Los primeros registros sobre la base de información satelital datan de 1978. Desde entonces, nunca la capa de hielo marino de la Antártida había retrocedido tanto. Incluso pasó por años de modestos aumentos, a diferencia de los hielos del Ártico, que desaparecen dos veces más rápido de lo previsto al ritmo del calentamiento global, según informa la Agencia Espacial Europea.

En marzo pasado, una capa de hielo con una superficie equivalente a la ciudad de Los Ángeles se fundió totalmente en el este del continente antártico.

Catorce millones de kilómetros cuadrados de extensión convierten a la Antártida en el cuarto continente más grande. Las mediciones hechas en febrero pasado publicadas por el Centro Nacional de Datos de Hielo Marino de la Universidad de Boulder (Colorado, EE.UU.) indicaron que los hielos antárticos habían alcanzado una baja del 30% respecto del promedio 1981-2010, atravesando un mínimo histórico de 1,966 millones de kilómetros cuadrados. Por su parte, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) reportaba una temperatura máxima record de 18,3°C allí en febrero de 2020.

Estos aumentos conducen al retroceso de los glaciares y a la formación progresiva de más lagos de mayor extensión; tanto que su cantidad se ha duplicado desde 1985. El año pasado se reportaba una hidrofractura en la plataforma de hielo de uno de estos lagos que condujo a su desaparición, suponiéndose que el agua habría drenado hacia el océano que se encuentra debajo. El cráter resultante ronda los 11 kilómetros cuadrados.

Mientras el agua atrae la luz solar, la enorme extensión blanca de hielos antárticos sirve para repelerla y controlar así el calentamiento global, razón por la cual preocupa tanto su reducción. A menos hielo, mayor absorción, y a mayor absorción, más deshielo. El llamado albedo del planeta, esto es, el porcentaje de la radiación solar que vuelve al espacio, está cambiando. La ciencia no logra ponerse de acuerdo respecto de los fenómenos que han conducido a esta situación, y que involucran multiplicidad de factores, además de la variabilidad climática y atmosférica que no puede tampoco omitir considerar registros de miles de años.

Un estudio reciente indicó que los niveles globales del mar podrían aumentar tres metros si el amenazado glaciar Thwaites, llamado “el glaciar del fin del mundo”, ubicado en la Antártida Occidental, colapsara. No es difícil imaginar las catastróficas consecuencias de que algo así ocurriera para tantas ciudades costeras del globo que progresivamente quedarían sumergidas. Viene a la memoria el controvertido documental Una verdad incómoda sobre los efectos del cambio climático denunciados por el exvicepresidente de los EE.UU. Al Gore, que anticipaban escenarios similares. En el extremo y aún alejado supuesto de que el total de las capas de hielo antárticas se derritieran, el nivel del mar podría elevarse en unos 56 metros.

Otro estudio advierte sobre las concentraciones en la Antártida de hollín de origen antropogénico, responsable de producir el llamado carbono negro a partir de combustibles fósiles, que se traslada incluso entre continentes y que acelera los deshielos. Si alguien pudiera pensar que algo así sería insignificante con el escaso flujo de visitantes que recibe el territorio blanco, debería saber que la estimación indica que por cada turista pudo haberse derretido de forma prematura un promedio de 83 toneladas de hielo cada verano. En la temporada 2019-2020 fueron 74.000, un 32% más que en la temporada anterior, que se suman a quienes trabajan en las 82 estaciones de investigación y 42 bases permanentes. Una de ellas, la belga Princess Elisabeth Antarctica, está dando el ejemplo al trabajar con energías limpias como la eólica.

El remoto territorio antártico se ha convertido en el termómetro de la tierra. Miles de investigadores de todo el mundo la visitan y estudian, muchos de manera conjunta. Priman el respeto por la biodiversidad y la cooperación, es un oasis de paz y de ciencia desde el cual se busca develar las claves del cambio climático, vitales para la existencia futura del planeta.

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