Cuando convocó largamente al Pacto de Mayo, en la Asamblea Legislativa, Javier Milei enumeró uno por uno los puntos de acuerdo que propondría al arco político, pero no especificó en ningún momento quiénes serían los destinatarios de la invitación. Al contrario, se refirió de manera generalizada a “gobernadores, ex presidentes y líderes de partidos”, sin aludir a otro condicionamiento que la aprobación de la Ley Bases. Sin embargo, a un mes de la cita, importantes referentes del círculo del Presidente dijeron, con todas las letras, que para ser invitados los opositores deberán cumplir con un requisito indispensable: dar previo apoyo a la Ley Bases.
“No todos van a estar invitados”, dijo un importante funcionario cuando terminaba la semana hábil, en la previa del duro discurso de Cristina Kirchner en Quilmes contra Milei, y después de que Axel Kicillof y toda la primera plana opositora, incluidos algunos aliados, participaran o apoyaran la marcha universitaria en su contra. Más tarde, un alto asesor del Jefe de Estado fue más directo: “Van a estar invitados aquellos gobernadores cuyas provincias apoyen la ley Bases”, dijo, pero aclaró que “siempre fue así”.
En Balcarce 50 consideraron “lógica” la distinción. “No iban a venir de todas formas, no tiene sentido”, dijeron, en referencia a los líderes que, a pesar de las disidencias internas, se muestran alineados con la posición dura de la ex mandataria. En parte, los libertarios no quieren prestarse a dejar la pelota del lado de la oposición más crítica y que se repitan las escenas de titubeos sobre la asistencia que se vieron durante las convocatorias a las cumbres en la Casa Rosada con los 24 gobernadores y el jefe de Gobierno porteño, especialmente de parte de Kicillof.
Milei señaló que la marcha universitaria fue un triunfo político del Gobierno: “Esto fue la reedición de la campaña del miedo”
El Gobierno acaba de conseguir dictamen para el paquete de leyes que pregona como fundamental de la “nueva etapa de libertad” del país, y dará inicio al debate en el recinto a partir del lunes. Si no hay sorpresas, en la Cámara baja parecen tener los números asegurados para la votación que, prevén, se ejecutaría recién el martes, después de una sesión maratónica. Pero temen quedarse cortos en el Senado, donde el grupo de “los 39″ que logró reunir Victoria Villarruel con las fuerzas no kirchneristas en el verano está endeble.
A sabiendas de que la injerencia de los gobernadores en el Senado es más directa que en Diputados, en la sede nacional creen que puede seducirlos con un reconocimiento a futuro en caso de que cooperen, y castigarlos si se rebelan. Miran especialmente los jefes de fuerzas provinciales, claves de la votación. Calculan que, al dejarlos afuera, los enfrentarían al riesgo de quedar ubicados, ante la opinión pública, en la misma “bolsa” del kirchnerismo, que ya avisó que no levantará la mano. Una nueva aplicación de la vieja lógica amigo-enemigo adaptada a las categorías de “la casta” y “los argentinos de bien” que los libertarios usan para presionar desde el discurso.
Con el radical Martín Lousteau cada vez más distanciado -acaba de convocar a una sesión para debatir el polémico presupuesto universitario- y sin pistas sobre la voluntad de su correligionario Maximiliano Abad, creen que la llave está en manos de Claudio Vidal (Santa Cruz), Alberto Weretilnek (Río Negro) y Hugo Passalacqua (Misiones). Y observan de cerca al peronista K Raúl Jalil (Catamarca), que estuvo muy cerca de Alberto Fernández y de Sergio Massa durante los cuatro años del Frente de Todos y se abrió a colaborar con los libertarios abiertamente desde el primer día. Hoy creen que duda entre entregar totalmente su apoyo o votar en disidencia ciertos puntos del articulado, lo cual podría complicar la votación en particular.
Además de penar a los dudosos y separarse de los duros, para los libertarios también juega, aunque de manera secundaria, la intención de mantener contentos a los propios distinguiendo en la convocatoria. El gesto responde a los pedidos que, dicen, recibieron de parte de algunos gobernadores de JxC para que se les otorguen ciertas concesiones como reconocimiento de su acompañamiento. ”Nos dicen que no los tratemos como si fueran todos lo mismo. Es algo sensato”, confió un funcionario.
Si se mantienen firmes en la decisión de separar, se descuenta que no estarán invitados a Córdoba ni Axel Kicillof (Buenos Aires), ni Ricardo Quintela (La Rioja), ni Gildo Insfrán (Formosa). Muy probablemente quedaría afuera el radical-K de Forja, Gustavo Melella (Tierra del Fuego) y casi dan por perdido a Gerardo Zamora (Santiago del Estero), a quien el encargado del grueso de las negociaciones, Guillermo Francos, intentó convencer durante las últimas semanas. El ministro del Interior incluso viajó al bastión k norteño específicamente para verlo y hablar en persona, pero sus esmerados intentos no parecen haber rendido frutos.
Seguramente inviten a todos los referentes provinciales de Juntos por el Cambio, pero no descartan sorpresas. Si hubiera bajas en ese sector, el Pacto podría terminar de distanciar a los “cambiemitas” más críticos, como Maximiliano Pullaro (Santa Fe) o Ignacio Torres (Chubut), que integran la coalición aliada desde la UCR y PRO pero no dejaron de poner reparos durante los últimos meses. De todas formas, la creencia generalizada en la Nación es que no pondrán palos en la rueda.
El del peronista anti kirchnerista, Martín Llaryora (Córdoba), es un caso aparte: no sólo dejó sus cuestionamientos atrás y dejó entrever que dará visto bueno, sino que también aceptó actuar como anfitrión y está ayudando a Karina Milei en la organización de la puesta en escena del Pacto de Mayo. La ubicación aún es un misterio, pero se rumorea que podrían dejar a un lado la posibilidad del Estadio Mario Kempes y llevar el acto a un espacio más reducido e institucional, en el Palacio de Justicia local. El acto del acuerdo, que recientemente redujeron al plano económico para evitar pedidos de que se incluyan ítems como la educación o la ciencia, se celebrará a toda costa, advierten en la Casa Rosada. Inclusive si sólo logran que asistan unos pocos. La foto política del evento, en ese caso, podría transformarse en un fuerte revés más que en un logro.
Compartinos tu opinión