La reciente noticia del descubrimiento ruso de un importante yacimiento de recursos hidrocarburíferos en la Antártida evidencia la fragilidad del sistema antártico y la importancia de seguir profundizando nuestra política territorialista, soberanista y bicontinental, basada en los valores de una Antártida dedicada a la paz, la ciencia y el medio ambiente.
Varios gobiernos han acertado al impulsar una presencia efectiva en la Antártida desde Tierra del Fuego, ya que en este territorio reside la cualidad antártica de Argentina. Esta variable es fundamental para proporcionar un apoyo estratégico y geopolítico de incalculable valor. Realizar acciones desde Tierra del Fuego es equivalente a “gobernar la Antártida desde la Antártida”, y fortalecer la infraestructura en esta área refuerza el papel privilegiado de Argentina en los próximos debates. Por lo tanto, leyes como la 19.640 deben mantenerse como una política de Estado, ya que su función va más allá de lo económico. Su propósito es favorecer el ejercicio de la posesión efectiva de Argentina en el único territorio que le otorga su presencia en la región.
Sin embargo, nuestras capacidades materiales son limitadas y las agendas de las grandes potencias no siempre convergen con nuestros intereses. Ante esto, es necesario reflexionar sobre cómo fortalecer el papel de la Argentina bicontinental en la Antártida e impulsar agendas que nos den relevancia a nivel internacional. En este contexto, los diálogos con países que comparten condiciones antárticas comunes con Argentina adquieren especial valor político.
Al igual que Argentina, Chile también tiene presencia en la región, aunque su política es más globalista y menos territorialista. Basándose en el lema de una “Antártida para la paz, la ciencia, el medio ambiente y la humanidad”, Chile enfoca sus esfuerzos en el multilateralismo, como lo demuestra la reciente visita del presidente Boric acompañado por el Secretario General de la ONU a la Antártida. A pesar de estas diferencias, ambas naciones están llamadas a trabajar juntas para fortalecer el rol y la presencia latinoamericana en el continente blanco.
Es necesario entender que la soberanía, además de ser un derecho legal internacional, implica un ejercicio constante y una práctica continua relacionada con las capacidades estatales. No basta con reclamar soberanía o liderar rankings de investigaciones científicas antárticas; es necesario ejercer un control político efectivo y constante, amplio en su alcance geográfico y profundo en su sustancia.
En este contexto, Argentina y Chile deben fortalecer su presencia en la Antártida, logrando una mayor penetración estratégica. La primera y quizás más desafiante capa es la construcción de una base en el interior del continente, no en la periferia norteña donde actualmente se concentra la mayoría de su presencia. Una base conjunta hacia el Polo Sur representaría un desafío formidable y un avance significativo para ejercer una posesión más efectiva y profunda en la región, dejando un legado de nuestras clases políticas contemporáneas para las futuras generaciones.
Además, es crucial una mayor convergencia en la vigilancia y custodia del mar austral, que conecta la Península Antártica con Tierra del Fuego. El control de esta antesala antártica es clave para afirmar la presencia privilegiada de nuestros dos países en el continente blanco. Retomar los trabajos de la “Comisión Binacional Argentina-Chile de Cooperación en Investigación Científica Marina Austral”, creada en 2014 y que abarca los espacios oceánicos al sur de Tierra del Fuego, sería un paso fundamental en esta dirección.
La articulación regional a partir de una alianza estratégica entre Argentina y Chile puede potenciar las agendas antárticas tanto de ambos países como de Latinoamérica. Por nuestra geografía, somos protagonistas de las decisiones que se tomen en relación a esta importante región del planeta. En una realidad multipolar donde los centros de poder se regionalizan, no podemos desaprovechar la oportunidad de ser nosotros mismos, como latinoamericanos, quienes consolidemos y protagonicemos la nueva agenda antártica.
Hacer esto con una perspectiva de servicios antárticos puede posicionarnos como la “puerta de ingreso” al continente blanco. Brindar servicios amplios, especialmente en el área logística tanto para el turismo como para la investigación científica, nos permitiría generar un considerable ingreso de divisas a través de una actividad con importante valor agregado gracias a nuestra poderosa capacidad en recursos humanos. Para ello, es necesario mantener una industria activa, pujante y diversificada, además de fomentar un espacio de investigación, ciencia y desarrollo donde la educación de nuestra población sea un eje central para pensar en una presencia efectiva en la Antártida.
Pensar a largo plazo nos obliga a considerar el desarrollo de manera integral, articulando conocimiento, investigación, desarrollo, industria y educación. Nuestro objetivo debe ser formar más y mejores recursos humanos calificados y construir una industria diversificada que genere puestos de trabajo, impulsando tanto el desarrollo nacional como nuestra presencia estratégica en la Antártida.
La cooperación con socios estratégicos como Chile nos brinda oportunidades para aprovechar nuestro potencial como latinoamericanos. No solo buscamos ser protagonistas de nuestra propia historia, sino también liderar en la creación y expansión del conocimiento. En este contexto, la ciencia y la innovación serán pilares fundamentales. Invertir en tecnología avanzada, fomentar la investigación científica y promover la educación superior nos permitirá estar a la vanguardia en la exploración y explotación sostenible de los recursos antárticos. Así, podremos construir un futuro en el que América Latina desempeñe un papel central en la agenda antártica global, destacándose por su compromiso con el desarrollo sostenible y la innovación científica.
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